Iceberg a la vista

Considerando que este año fue particularmente malo, entre los estragos generados por la pandemia, unas elecciones muy polarizadas y controvertidas, un presidente comprometido con destruir la confianza empresarial y causar la fuga de US$15,000 millones, cualquiera desearía tener la razón al recitar la célebre frase de “lo peor ya pasó”.

Si nos alejamos un momento de nuestros problemas domésticos y revisamos lo que sucede en el resto del mundo, particularmente con nuestros socios comerciales, notaremos que, posiblemente, lo peor todavía no ha pasado porque, actualmente, existen dos riesgos que tendremos que vigilar atentamente a lo largo de 2022.

Por un lado, Banco Mundial recortó las estimaciones del crecimiento de China para el siguiente año, nuestro principal socio comercial, a un decepcionante 5.1. De materializarse, esto supondrá una menor demanda china por los productos peruanos y, en consecuencia, un menor crecimiento e ingreso de divisas a la economía nacional.

Por otro lado, la rampante inflación de Estados Unidos, que está en su punto más alto desde 1982, generada por la enorme flexibilización monetaria en respuesta a la pandemia, forzará a la Reserva Federal a incrementar las tasas de interés para frenar el alza de precios. Inevitablemente, esto encarecerá el dólar frente al sol y, además, enfriará la economía de nuestro segundo socio comercial más importante.

Con este difícil panorama, el único camino que garantizaría la resiliencia de la economía peruana sería promover efectivamente un shock de inversión privada, pero, lamentablemente, nuestro presidente está más concentrado en sobrevivir políticamente.

Compartir en: