La vacancia de Vizcarra y la designación de Merino como presidente; si bien no quebró el orden constitucional; terminó siendo una decisión tremendamente impopular, la cual incitó a decenas de miles de jóvenes a tomar las calles para exigir la inmediata dimisión del acciopopulista.
Este grupo de jóvenes, bautizado como la “Generación del bicentenario”; conformado por la “Gen-Z” (1995-2005) y por algunos “millenials” (1981-1994); demostró que no podrá ser subestimada por la clase política tradicional y que tendrán un peso enorme en las siguientes elecciones, ya que representará el 52% de votantes (INEI).
Si bien esta generación mostró como fortaleza una alta capacidad de movilización y compromiso cívico, tiene como principal debilidad un alto nivel de influenciabilidad ante corrientes políticas no convencionales, producto del permanente descrédito de nuestros políticos tradicionales y rancios.
Por ejemplo, el voto de “protesta”, que favoreció al FREPAP en las elecciones congresales del 2020, fue una primera señal. Lo peligroso, es que esto puede mutar en la receptividad de iniciativas que han demostrado en todas las formas su inviabilidad: Controles de precios, subsidios sin respaldo en la caja fiscal, impuestos a la herencia y otras aberraciones sustentadas en la siempre injusta “justicia social”.
Para encausar al Perú en la senda de la prosperidad se necesita combinar la energía de los jóvenes del Bicentenario, con la capacidad técnica de los profesionales que saben lo que hay que mejorar y la infaltable experiencia política.
Esperemos que esta generación decida desactivar las bombas populistas que nos impiden despegar.